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Plan de Ixtlán, Ixtlán, 11 October 1916

Las revoluciones son necesidades sociales, crisis que estallan cuando los gobiernos han cerrado las vías legales al progreso de los pueblos: luchan por principios de mejoramiento social, y en su bandera inscriben siempre los grandes anhelos de esos pueblos. Si esto no fuera así, si una revolución no llevara desde su origen una gran promesa de redención social, estaría muerta en su cuna y silos hechos no se encargaran después de confirmar el cumplimiento de esta promesa, la Revolución estaría también condenada irremisiblemente a morir porque las inexorables leyes de la naturaleza, que lo mismo se impone a los individuos que a los pueblos, establecen como principio universal el de la conservación y los pueblos como los individuos no cambian el curso normal de su vida, no rompen con la regularidad de su existencia, ni se aventuran a los grandes riesgos, sino en presencia de una mejora próxima, ante la perspectiva de un bienestar mayor o frente a un porvenir que augure un perfeccionamiento en el orden moral, un progreso en el orden material. Por eso, repetimos, las revoluciones que han sido la explosión de verdaderos ideales o las que después los han abandonado, no pueden prosperar y los movimientos armados nunca serán suficientes para ello, porque ya se ha dicho, los pueblos, como los individuos, reaccionan en el sentido de su conservación, y la conservación exige el mejoramiento. Estos precedentes sencillos y claros explican por qué el Carrancismo y las fuerzas que lo sostienen llamadas Constitucionalistas, no han podido después de dos años, ni podrán jamás, establecer y consolidar la paz en la República. Surgió el movimiento carrancista el 26 de marzo de 1913, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, sobre las bases de desconocer por usurpador al general Victoriano Huerta como presidente de la República, y de desconocer por complicidad en esa usurpación a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación, que habían reconocido al mismo Gobierno de la Unión. Todo el plan descansa por tanto en el respeto que merecen las Leyes Constitucionales consignadas en nuestra carta fundamental y en el deber que todos los mexicanos tenemos de sostener esas leyes, aun por la fuerza, cuando la razón ya no se hace oír. Carranza, pues, al levantarse en armas, proclamó el Imperio de la Constitución y ofreció a la República la defensa de sus principios violados. Fue realmente una gran promesa. Costó a nuestros antepasados tanto y tan grandes sacrificios el Código del 57; se nos ha repetido tanto que ese Código es la génesis de nuestra educación política y será más tarde el cimiento definitivo de nuestra condición de hombres libres y nos hemos convencido tan íntimamente de estas verdades, y todos los mexicanos que hemos perdido la fe en la reconstrucción de la patria, nos sentimos profundamente conmovidos y amenazados cuando peligran los preceptos de aquel Código, a la vez que nos consideramos suficientemente fuertes para defenderlos, para conservarlos incólumes. A esto se debió que Venustiano, Carranza, hombre sin antecedentes notables, encontrara partidarios en la República y que su llamamiento tuviera eco en el pecho de muchos mexicanos. Después de año y medio de lucha Carranza llegó a México, y con el nombre de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista asumió la presidencia provisional de la República. Carranza cambió entonces radicalmente rompiendo los títulos que lo habían llevado al triunfo. Sus ambiciones de hombre vulgar y su educación democrática y los malos consejos de sus favoritos, que eran muchos y sin moralidad, lo hicieron olvidar todas, absolutamente todas sus promesas y por una sangrienta ironía del destino el autor del Plan de Guadalupe, el que había desconocido al general Huerta y a los demás poderes federales, en nombre de la Constitución, declaró al encargarse del Poder Ejecutivo abolida esa misma Constitución, y todas las demás leyes que de ella se derivan, pues decretó que el gobierno funcionaría dentro de un periodo constitucional, es decir fuera del orden constitucional, fuera de toda ley. De este modo el carrancismo arrojó a la República a la anarquía y al despotismo absoluto; desaparecieron todos los derechos y todas las garantías; nadie sabe dónde comienza y dónde acaba su propiedad, ni sabe tampoco por cuánto tiempo podrá disponer de su libertad ni de su vida. La Constitución y todas las demás leyes se substituyeron desde esa época por la voluntad de Carranza y de sus favoritos, estableciéndose de esa manera un gobierno enteramente personalista, una oligarquía odiosa e imposible de tolerar. Muertos los ideales, sobrevino la desorganización fatalmente. Villa, a pesar de su rudeza, comprendió que Carranza y los suyos lanzaban a un caos a la República, y pidió la separación de aquél, y Zapata, que hasta entonces se había manifestado conforme en términos generales con la “Revolución del Norte”, exigió también que Carranza abandonara el poder como un medio de acabar con el personalismo y asegurar la paz. El estado de Oaxaca, este heroico y glorioso estado, que se había mantenido sereno en medio de la revuelta sin perder su normalidad y que por sus antecedentes y su importancia figuraba también como uno de los factores que debía resolver los destinos nacionales, este estado, amante de la paz y de la ley se mantuvo alejado del carrancismo, re- 1 clamando siempre de esa facción el respeto para su soberanía y las consideraciones que merecían el pueblo oaxaqueño y su gobierno. El carrancismo había adelantado mucho en la mala senda para resolverse a desandarla. Sus jefes habían saboreado ya las satisfacciones del mando y disfrutado el producto de sus robos y consideraron naturalmente sus jurados enemigos, no sólo a quienes los combatían, sino a los que por moralidad o por vergüenza les rehusaron su apoyo en la obra de destrucción y de infamia que habían emprendido. Fue al principio una guerra más sangrienta y más cruel que las precedentes: se rompieron las hostilidades con Villa primero, con Zapata después, y con muchos otros jefes posteriormente y se invadió al fin este estado de Oaxaca, último refugio de las libertades y último baluarte de nuestras instituciones. Nada importó que los poderes constitucionales del estado comprobaran que en su territorio reinaba el orden y que los intereses y las vidas estaban garantizados, que los servicios públicos estaban atendidos eficazmente, que los pueblos gozaban de sus derechos, y que su gobierno había implantado los progresos que demandaban la ciencia y las exigencias del medio. Nada importó esto, repetimos: el carrancismo necesitaba más botín de guerra y el estado de Oaxaca fue invadido. El carrancismo ha demostrado estar dispuesto a todo, absolutamente a todo para continuar apoderándose de los últimos despojos que aún quedan sobre el cuerpo ensangrentado de la patria. Lo ha probado ya esa nefasta facción, dando lugar con sus procedimientos a que el extranjero nos invada, y continuando la guerra fratricida, en vez de arrepentirse y enmendar sus errores para conservar la integridad y el decoro nacionales. Pero hay más todavía. La felonía carrancista ha sobrepasado los límites de lo imaginable, invitando a los buenos mexicanos, a los patriotas de corazón que, no queriendo arrojar más fuego a la hoguera nacional, se habían retirado a la vida privada, ha invitado a esos dignos hijos, decimos, combatir la intervención y después de que se han aprestado para ello, sorprendiéndoles en su buena fe de hombres honrados, los han empujado a la vorágine de la contienda civil. Comprometida nuestra integridad nacional y arrojada la República a la anarquía y al despotismo más desenfrenados que registra nuestra historia, creemos de imperiosa necesidad ejercitar una vez más nuestra buena fe; hacer un patriótico llamamiento a los buenos mexicanos y un supremo esfuerzo para reorganizar sus energías y encauzarlas en pro de la reconstrucción, de la verdadera reconstrucción nacional. Los actuales momentos son definitivos y debemos aprovecharlos; la salvación de la patria lo demanda. El problema es arduo y difícil, porque ante todo se impone extirpar al caudillaje, y como una condición indispensable para acabar con los gobiernos personalistas, para impedir que los destinos nacionales queden en un momento en manos de uno o dos individuos, en vez de estar en las de la propia nación o en las de sus representantes; para esto no hay más que un camino: obrar de la periferia al centro, es decir, provocar y llevar a cabo la reorganización de la mayor parte de los estados de la República, para que éstos realicen la de la República misma. Será este un procedimiento análogo al que siguieron los estados de la Unión en el año de 1778 y que nos pondrá definitivamente a cubierto de la absorción que en nuestra vida política y en toda época han ejercido los poderes federales contra los poderes de los estados, que nos colocará en las únicas condiciones que permitan la reconstrucción de la nacionalidad y la salvación de nuestro territorio. Al estado de Oaxaca le cabe la honra y la satisfacción de dar el ejemplo a los demás, sus hermanos. Sus poderes constitucionales, que no han dejado de funcionar hasta ahora, a pesar de todas las dificultades con que ha tropezado, se restablecerán bien pronto en su capital y nuestros esfuerzos tenderán a darles sin pérdida de tiempo el completo dominio de todo el territorio del mismo estado. En los demás estados de la República en donde hay también hombres de buena voluntad luchando contra el carrancismo, debe seguirse este ejemplo. Los jefes militares que en ellos operen de acuerdo con este manifiesto contarán para ese efecto con nuestra ayuda; en el concepto de que tan luego como cada estado esté fuera de la acción del carrancismo, dichos jefes militares designarán un gobernador provisional que convoque inmediatamente al pueblo para elecciones del Poder Legislativo. Reorganizado este poder, se convocará sin pérdida de tiempo para elecciones de los otros poderes Ejecutivo y Judicial. Cuando la mayoría de los estados se haya reorganizado en los términos que antes se indica, de acuerdo con la Constitución de la República y demás leyes generales, su Constitución particular y leyes relativas, se reunirán los representantes de estos estados para nombrar un presidente provisional, cuya misión principal será la de convocar inmediatamente a la República a elecciones del Poder Legislativa. Establecido éste, convocará a la República para elecciones de los otros poderes de la Federación.
MEXICANOS
La patria exige de nosotros un nuevo sacrificio; respondamos con resolución y amor a su llamamiento y tremolando el lábaro santo de nuestra Constitución, luchemos hasta conseguir que su benefactora sombra nos ampare a todos.
PLAN
Primero: Se restablece en la República el imperio de la Constitución Federal del 5 de febrero de 1857, con sus adiciones y reformas, legalmente hechas mediante las tramitaciones que la misma establece; las Leyes de Reforma y las demás que de ella se derivan.
Segundo: Se desconoce al ciudadano Venustiano Carranza, primer jefe del llamado Ejército Constitucionalista, y a todas las autoridades impuestas por él. Tanto el ciudadano Carranza como los demás que bajo su llamado gobierno hayan tenido carácter de autoridades, serán juzgados con arreglo a las leyes por usurpación de funciones y los otros delitos que hubieren cometido.
Tercero: Todos los estados que se adhieran al presente plan y en los que hayan desaparecido los poderes constitucionales harán todo esfuerzo para sustraerse desde luego a la acción del carrancismo y a medida que lo consigan, se reorganizarán de acuerdo con la Constitución General de la República, su Constitución particular y leyes relativas. Para ayudar a esta pronta reorganización, los jefes militares anticarrancistas que operen en el estado se reunirán en junta a la mayor brevedad posible y nombrarán un gobernador provisional, escogiendo precisamente para ese cargo un ciudadano nativo del mismo estado, y que por su honorabilidad y firmeza de ideas preste garantías a la causa. El gobernador provisional convocará sin pérdida de tiempo a elecciones extraordinarias de diputados a fin de restablecer el Poder Legislativo local. Restablecido este poder y para constituirse sobre base legítima también el Poder Ejecutivo local, el propio Congreso, como primer acto, nombrará un gobernador interino, pudiendo recaer el nombramiento en la persona designada como gobernador provisional. Nombrado gobernador interino se convocará desde luego a eleccione extraordinarias de gobernador definitivo o constitucional, así como a elecciones del Poder Judicial.
Cuarto: Todos los estados que se adhieran al presente plan, formarán, sin necesidad de ulteriores convenciones, una liga ofensiva y defensiva contra el carrancismo, mantendrán constante comunicación entre ellos y sus gobernadores y jefes militares procederán de acuerdo en las operaciones generales.
Quinto: Las fuerzas que se organicen para el sostenimiento de este plan serán denominadas “Ejército Restaurador de la República”.
Sexto: Tan pronto como la mayoría de los estados se haya reorganizado dentro del orden constitucional, el gobierno de cada uno de esos estados nombrará un representante que ocurra a una junta o convención para la que oportunamente se señalarán lugar y fecha. En esa junta o convención, los representantes de la mayoría de los estados, se pondrán de acuerdo para nombrar, y nombrarán cuando menos por mayoría de votos, un presidente provisional de la República, que no sea jefe militar con mando de fuerzas; este presidente provisional será reconocido y sostenido por todos los estados reorganizados, tomará desde luego posesión de su encargo y convocará inmediatamente a elecciones de diputados al Congreso de la Unión. Restablecido el Poder Legislativo Federal, como primer acto nombrará un presidente interino de la República, pudiendo recaer el nombramiento en el presidente provisional. Nombrado el presidente interino, se convocará desde luego a elecciones de presidente definitivo o constitucional, así como a elecciones del Poder Judicial de la Federación.
Séptimo: Los cargos de Presidente de la República y Gobernadores de algunos de los estados no podrán recaer en jefes militares con mando de fuerza. Los mismos jefes podrán ser electos o nombrados para desempeñar dichos cargos después de haber pasado un año de su separación del servicio militar.
Octavo: El Presidente de la República y los gobernadores de los estados, provisionales, interinos o definitivos, cuidarán que desde el primer momento en que funcionen, todos los actos suyos, así como los de las demás autoridades de su jurisdicción, se sujeten estrictamente a los preceptos de la Constitución de 1857, que se declara vigente, haciendo que desde luego se restituyan a sus dueños los bienes confiscados por el carrancismo o cualquier otra facción, y procurando que en adelante los nacionales y extranjeros gocen en su persona e intereses de todas las garantías que la misma Constitución otorga. Las propias autoridades cuidarán también empeñosamente: la inmediata repatriación de los mexicanos alejados hoy del país por persecuciones políticas y por la absoluta falta de garantías, quedando sujetos a las leyes los que hubieren cometido delitos del orden común.
Noveno: Se declaran nulas y sin valor alguno las emisiones del papel moneda que lanzó el llamado Gobierno Constitucional presidido por el ciudadano Venustiano Carranza. Se invita a todos los estados, a todos los jefes militares, a todos los mexicanos de buena voluntad, sin distinción de partidos políticos, a que, olvidando odios y divisiones pasadas, se adhieran al presente Plan, lo secunden con eficacia y cooperen con todos sus elementos a la pronta reorganización de la República, esto es, a la salvación de la patria.
Ixtlán de Juárez, estado de Oaxaca, 11 de octubre de 1916.
Por la División “Integridad Nacional” y demás elementos restauradores del Norte de la República, general de División José Isabel Robles. (Firmado.)
Por la División de la Sierra de Juárez y demás elementos restauradores del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, general de División licenciado Guillermo Meixueiro. (Firmado.)