Translate / Traducir

Félix Ortega's manifesto núm. 2, La Paz, 5 May 1915

MANIFIESTO NO. 2.
A los habitantes del Distrito Sur de la Baja California.
Conciudadanos:
Desde que me hice cargo de este Gobierno, para reorganizar la Administración Pública en nombre de la Soberana Convención Militar, he acudido a todos los medios aconsejados por la prudencia para restablecer el equilibrio económico, llevar la tranquilidad y la confianza al espritu del pueblo y sentar, en definitiva, las bases de un Gobierno sólido, no con la firmeza de las armas, sino como resultado de la paz orgánica de las mismas actividades asociades.
Opino que la depresión ha dejado de ser recurso empleado por los Gobiernos democráticos para mantener el orden público y no deben ser las armas las que sofoquen la revolución que nacer del estómago: el hambre sólo se sacia con pan.
Las causas que originaron la guerra de 1910, no existen ya. Esta consideración ha hecho decir a muchos pensadores Mexicanos que si se ensayara con los grupos combatientes el dedicarlos, durante una zafra, al cultivo de los campos, después de ver la dorada mies en las eras, las trojes llenas de grano y la abundancia en sus hogares apacibles, difícilmente se les arrancaría de entre sus familias, quietas y dichosas, para perseguir los azares de la guerra.
A esta labor de pacificación ayudará, sin duda, la Escuela, que se insinúa por medio de los niños, que se infiltra en el alma social con suavidad y cuya enseñanza, conglomerándose en los principios que contienen a las masas en los limites de la moral y del derecho. Por esto he pedido la cooperación de la Escuela en la obra reconstrutiva, que es el fin de mis esfuerzos.
Persuadido de que el supremo deber de todo Gobierno es atender a la Educación de la niñez, he verificado sacrificios inauditos para mantener los Establecimientos Educacionales, a pesar de la escasez de recursos, sin descuidar la parte técnica; pues diversas circulares hanse girado para encuazar los trabajos de la Escuela, según el criterio que, de acuerdo con los profesores encargados de este Ramo, sea capaz de extirpar viejos vicios de organización, que han impedido el progreso de los planteles de enseñanza.
***
He dirigido un llamiento a los Agricultores del Distrito para que tornen sus miradas a la tierra erial, que permanece estéril como un castigo de la incuria, como una maledición de la pereza.
La facilidad de traer provisiones de las costas de Sonora y Sinaloa nos ha hecho creer que no llegaríamos a necesitar de nuestras tierras; confiados en nuestros productos manieros, a trueque de los cuales hemos obtenido las producciones de fuera, abandonamos el cultivo del suelo; pero en las presentes circunstances seria en gan manera punible cruzar los brazos y esperar del otro lado, como en gtiempos normales, los frutos que podríamos obtener de nuestros campos, si no en la medida suficiente para el consumo total, por lo menos en una proporción bastante para no lugar a la miseria.
Los Decretos sobre impuestos extraordinarias, con el carácter de “Subsidio de Guerra”, han asegurado la subsistencia de la fuerza necesaria para garantizar los intereses de la sociedad y el decoro del Gobierno, así como el pago de los empleados que son indispensables para el funcionamiento de las Oficinas Públicas; sin otro móvil que el de asegurar la conservación del orden y la libre actividad de los vecinos para que se entreguen a sus trabajos sin zozobras ni inquietudes.
El contingente solicitado de los señores ganaderos ha proporcionado carne al pueblo a precios módicos, de treinta a cuarenta centavos un kilo, sin coartar la libertad de los comerciantes de este Ramo, ni perjudicar los intereses de los propietarios, puesto que la Jefatura Política ha pagado a un precio equitativo el valor de las reses.
La tarifa impuesta a los productores regionales y al comercio, los expendios de artículos de primera necesidad, por cuenta del Gobierno, son medidas tomadas para arrancar al pueblo menestero de la insaciable avaricia de algunos comerciantes que lucraban con la misería y, al abrigo de las circunstancias actuales, percibían pingües utilidades.
Frente a la penuria del Erario, el Gobierno de mi cargo creyó prudente hacer un pequeño descuento a los empleados públicos, a las rentas de las Casa-escuelas e introducir economías en todos los servicios Oficiales, antes que emitir papel-moneda o firmar obligaciones a favor de los servidores del Gobierno, porque estos medios, a la postre, ocasionan la ruina.
Constante preocupación de esta Jefatura Política fué la supresión del papel-moneda local, que después de una efímera alegría trocóse en desesperación. Vió el pueblo cuan fácil era al Gobierno pagar sus obligaciones, pues con una especie de magia oriental salía el papel sellado y se difundía por el comercio; mas cuando advirtió la nulidad del numerario para conseguir mercancías, se horrorizó ante la esfinge del hambre. Es justo, a este respecto, consignar que varios Sres. comerciantes coadyuvaron empeñosamente para detener la circulación del papel-moneda local y hemos presenciado la terminación del problema económico que dejaron, amenazante, mis antecesores.
Me he propuesto dar la mano al trabajador, sostener al débil, socorrer al menesteroso y hacer sentir en las masas populares la influencia de un Gobierno benéfico, equitativo y progresista, según las instrucciones que recibí con el encargo de gobernar al pueblo que me vió nacer.
He querido establecer una ayuda mutua entre capitalistas y braceros, esperando que los ricos respondiesen espontáneamente a la voz de las calamidades públicas y que ante las grandes aflicciones no permaneciesen indiferentes haciendo ofensa a esa religión universal que liga con el amor a todos los hombres sin distinción de color ni de estatura, de principios ni de aspiraciones. Con estos únicos ingresos ha subsistido la Administración Pública durante el periodo que inicié en febrero retropróximo, pues las atenciones de la guerra no han permitido al Gobierno General Convencionista ministrar ningunos fondos, y sin embargo las funciones públicas no se han suspendido. Este es un síntoma consolador y de él puede inferirse la posibilidad no lejana de que nuestro Territorio, que sólo ha tenido una vida parasitaria, alcance la categoría de Estado, satisfaciendo las condiciones fijadas en nuestra Carta Fundamental. ¡Cuán orgullosos nos sentiríamos los californios de haber llegado a tal altura con nuestros propios esfuerzos y tras una dura prueba!
Sentadas las reflexiones que anteceden, ya osaré interrogaros: Si juzgáis mal el fin de mi labor, ¿por qué no me mostráis el error? Si los medios empleados son perversos, ¿por qué los que os llamáis mis amigos no me señaláis la perversidad? Si la razón condena mi obra, ¿por qué no quitáis de mi vista la venda que me impide ver con claridad?
Habiendo advertido en mi primer Manifiesto que si la Soberana Convención Militar y los que laboramos a su lado ¡legásemos a separarnos de la verdadera senda, estaríamos prontos a enmendar el error luego que se nos advirtiese, creo tener justicia al increparos que habéis cometido una deslealtad acudiendo a un infame complot para destruir mi obra y en ella la más santa de mis aspiraciones, que es la de ver a mi pueblo en el goce amplio de todos sus derechos y de todas sus riquezas, porque suyo es el suelo que le tocó en suerte habitar.
Estaría yo dispuesto a ofrecer una muestra de la sinceridad de mis actos, poniendo la gestión gubernativa en las manos del que se crea más apto para sacar aflate la nave de este Gobierno en el mar de encontrados oleajes de las pasiones políticas o al que dé más garantías para realizar los fines de la honorable Asamblea que representa los actuales Supremos Poderes en el País. Pero mientras esto no suceda, creo estar en mi perfecto derecho, al descargar todo el rigor de la Ley, como las presentes circunstancias lo exigen, contra los enemigos del orden y de la tranquilidad públicos.
La conspiración a que me he referido es la convulsión espasmódica del cientificismo, la intentona postrera del partido derrocado, la manifestación genuina del deseo de mando, es hija de una infidencia que lacera los sentimientos más delicados de mi corazón, porque viene de los que se llamaron mis amigos, de los que me tendieron la mano al llegar a mi tierra natal y de los que empeñaron su palabra para la consolidación de la paz. Sus Directores intelectuales son personas connotadas de esta localidad y los comprometidos en el movimiento, según ¡as averiguaciones practicadas, no tienen motivo de queja; antes podría asegurar que me están obligados por la gratitud.
Recurrir a la guerra para destruir un Gobierno porque no deja libertad para oprimir al pobre, porque no permite enriquecerse a costa del menesteroso v por que vuelva la confusión que favorece el latrocinio, es una obra que merece la reprobación de la conciencia y del derecho.
Ante mis deberes de Gobernante no conozco la amistad ni el favoritismo: la indulgencia sería una ofensa a mis compañeros de armas, a mis promesas y a mis propios principios: seré inflexible: el brazo de la justicia caerá sobre los que aparezcan responsables de haber intentado una asonada para obstruir la consolidación del Gobierno.
El movimiento que fracasó gracias a la locura de unos ex-Oficiales del Ejército Convencionista, baldón de la causa, encuéntrase ramificado en todo el Distrito, lo sé perfectamente, porque sus Directores intelectuales han abusado de los incautos, de los ignorantes y de los malévolos por sistema, de los que sólo tendrían para este Gobierno causas de agradecimiento, como son las obras de desecación de los terrenos de La Laguna, de Santiago, Y las obras hidráulicas de Todos Santos. Esta ocasión me ha permitido conocer la atmósfera en que se desarrolla mi labor, recompensa de mis afanes y la orientación de mi conducta política para lo futuro. Firme en mis propósitos, fiel a mis principios de revolucionario y con la fe en el triunfo, seguiré luchando por que mi pueblo tenga escuelas, trabajo y pan. sin esperar otro premio que la aprobación de mi conciencia y la satisfacción de haber contribuido, en la medida de mis fuerzas, al reinado de la justicia.
La Paz, Baja California, 5 de mayo de 1915.
General Brigadier, FELIX ORTEGA.
Secretario, JUAN. M. NUNO